"Aquí entramos en mi oficio, y sobre la exactitud del relato me siento autorizado a manifestarme", proseguía. "Muchos negarán esa exactitud, y esperamos que lo hagan de buena fe, es decir, creyendo francamente que el retrato es arbitrario. Pero yo con toda honradez debo decir que si Mastroianni, que interpreta al protagonista, hubiese sabido contar con el bolígrafo, para un periódico del que yo fuese director, las mismas cosas que ha contado con la cámara de Fellini, y con la misma fidelidad, yo le triplicaría el sueldo".
Estas palabras fueron pronunciadas por Montanelli, periodista italiano considerado internacionalmente como el mejor, una vez que Federico Fellini le hubiera mostrado su última película “La dolce vita”.
En La dolce vita, Federico Fellini muestra a varios personajes de la alta sociedad romana a través de los andares de Marcello (Marcello Mastroianni), un periodista que busca su gran oportunidad como escritor. A la espera de que ésta le llegue, recorre una Ciudad Eterna cuyos habitantes parecen haber superado felizmente la cruenta posguerra y se dedican a disfrutar de la dolce vita en sus mansiones y castillos, embriagados de un hedonismo que les parecía prohibido hasta el momento. Mientras beben y hacen el amor, inmersos en un carpe diem sin desenfreno, el director italiano pretende mostrarnos el tema de la soledad y la incomunicación.
Ese ambiente de lujos está fotografiado por reporteros que disparan al exceso de famosos y aristócratas. Los personajes dibujados por Fellini sirven para analizar la Dolce vita desde la relación entre el cine y el periodismo. Esos fotógrafos retratan la vida íntima de las personas con el único objetivo de rellenar las páginas de las revistas. Para ello perseguirán a cada miembro de la sociedad desde sus medios de locomoción, sin tener en cuenta ninguna barrera ética, siempre y cuando la foto sea impactante. Por ejemplo, intentar obtener una instantánea de unos niños recién asesinados por su padre, que se suicida tras cometer la matanza…

Hoy en día, poco queda del respeto que se debería tener a la sociedad para la cual se trabaja. Siempre buscando una portada impactante, una noticia que llame la atención, una imagen que haga leer un artículo… Los periodistas llevan a cabo todo tipo de actos, sin importarles nada a parte de su gran prestigio. Al igual que los directores de los medios, los cuales ejercen la presión necesaria para que no se tengan en cuenta principios éticos y morales.
La dolce vita nos muestra lo peor del supuesto esplendor que reinaba en la Roma cool de mediados del siglo XX y realiza una denuncia implacable de cierto reporterismo fotográfico que resulta deleznable para la buena función social del periodismo.
"Fellini, antes de ser cineasta, ha sido periodista. Y se sirve precisamente de un periodista para coser los episodios del filme, describiéndolos a través de otros tantos sucesos de crónica que lo conducen a la exploración de la sociedad romana en todos sus estratos y barrios”, Montanelli.
Sería positivo ver que el trascurso de los años nos ha servido para aprender de los errores y no volver a cometerlos. Pero parece ser que más que un error, la mala práctica del periodismo se ha convertido en una tendencia, en un estilo más.
Tan incorrecto es manipular la información como utilizar imágenes desagradables para vender una noticia. Y más cuando los medios utilizados para conseguir esas fotografías son inmorales. Deberíamos plantearnos que la situación actual no es correcta, que lo que numerosos periodistas hacen hoy en día ya no es periodismo. Sería importante tomar conciencia de la realidad, para así poder cambiar las cosas aprendiendo de lo malo, y convirtiéndolo en algo bueno.

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